Implosiones (en destrucción)

Adrian Franco

Margarita Pineda

Camilo Castaño

Mauricio Carmona

Implosiones

Umbras, malezas, cenizas y ruinas

Como parte del esfuerzo institucional por desaparecer el edificio Mónaco (casa de Pablo Escobar y sus familias) a través de una implosión y con ello pretender cerrar un episodio de una serie de relatos-hitos alrededor de la historia narco en Medellín y en Colombia, un grupo amplio de artistas, de generaciones y medios diversos, fueron convocados a través de la campaña Medellín abraza su historia, impulsada por la administración de turno, para vincular la reflexión cultural y artística a una serie de actividades llevadas a cabo en el marco de esta iniciativa. Buscaba de alguna manera validar esa relación con la memoria desde el punto de vista simbólico, participativo y de cambio de paradigma cultural.

Los artistas fueron convocados a pensar ideas y contratados para proponer acciones artísticas alrededor de la implosión del edificio Mónaco y la campaña en general (solo una parte de estos  artistas lograron producir y desarrollar sus ideas), buscando posicionarlo tal vez como un nuevo hito de la transformación de la ciudad, a manera de cierre simbólico que le pone reflectores a una ciudad innovadora, pero que en el presente, se perpetúan y prevalecen manifestaciones de un pasado oscuro.
  

Implosionar el edificio Mónaco es un gesto que para muchos se entendió como un ejercicio masificado de memoria express y que a la larga le dejó a la ciudad una conversación sin retorno, con respuestas institucionales incompletas y sin el ejercicio académico necesario. Proyectos como NarcosLab, sin embargo, se han abierto como espacios de discusión que han permitido cuestionar por ejemplo sobre si la implosión y desaparición del edificio tuvo el efecto esperado. A manera de insistencia permanente, este tipo de iniciativas contrastan con los procesos de construcción de memoria en el país, que han sido históricamente segmentados, serializados y coartados.

La cultura de lo narco, es una secuencia  continua de implosiones, esquirlas, fachadas, atentados que han atravesado toda suerte de existencias, historias, testimonios y más importante, aspiraciones de poder en la sociedad colombiana.  

 

Pensar las umbras, las cenizas, las malezas y las ruinas nos acerca a las instancias donde lo residual se manifiesta antes y después de la implosión, donde se establecen además unos puntos de partida para una concepción de la memoria que trata el pasado como algo ilegible y dinámico, en el que los relatos y los imaginarios sirven para configurar una concepción de memoria, mutable y atestada de interconexiones. Una memoria que no solo se transfiere entre décadas de luchas y fracasos, sino en una realidad actual que está inmersa en cuestiones universales sobre el olvido, la negación, la imposición y la administración pública del relato colectivo.

Hacer memoria, ampliar el relato, construir puentes entre las narrativas, conlleva a la aceptación de que la implosión de este edificio hace pensar en modus operandi enquistados en nuestra ciudad, sobre un universo de implosiones que conforman los imaginarios y realidades de la cultura de lo narco, del encuentro con una historia presente innegable, viva y que sigue agitando nuestras existencias.
Esta implosión no invita a superar el pasado, por el contrario, nos recuerda no solo lo que vivimos en la ciudad, sino también el lugar desde donde históricamente hemos hecho memoria en el país.

Desde las entrañas de un edificio sentenciado al silencio, las implosiones acá presentadas son un conjunto de gestos inmateriales que conforman la realidad colectiva de nuestra historia común, de nuestra cultura de la negación de lo narco.

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