Adrian Franco
“Sin credibilidad la prensa está perdida” decía Guillermo Cano el 17 de julio de 1983 en su LIBRETA DE APUNTES, una columna de opinión del diario El Espectador donde libró varias batallas éticas en los años ochenta.
La columna en mención, titulada La credibilidad de un periódico, respondía a los ataques recibidos por El Espectador después de que el periódico denunciara la corrupción en el Grupo Grancolombiano y finaliza así: “…porque un día sí y otra semana también, y al mes siguiente y en el semestre y luego en años, lo que dijimos desde un principio y seguimos diciendo con la fortaleza que la verdad y la seriedad de las afirmaciones nos proporcionaba, se fue confirmando, parte por parte, palabra por palabra, denuncia por denuncia”.
En Las cintas del congreso 86, columna publicada el 4 de septiembre de 1985, Cano ataca con ironía a la industria narcotraficante del país, justo cuando se empezaban a conocer sus vínculos con la política y el poder ejecutivo. En esta célebre LIBRETA DE APUNTES se adelanta a lo que podría pasar 3 años después (en las elecciones presidenciales del 86) si no se controla a esa “clase emergente sin escrúpulos” y propone una transcripción parcial (y ficcional) de las cintas del Congreso en agosto 7 de 1986.
Cano usa los siguientes calificativos en su texto:
Honorabilísimos colegas
Dignísimo narcotraficante
Honorable gran capo de los estupefacientes
Honorable homicida
Dignísimo incendiario
Honorables narcotraficantes
Dignísimos falsificadores
Respetabilísimos homicidas
Eminentísimos incendiarios
Como honestísima vocera del sexo femenino que representa a la nueva clase emergente
Ilustrísima senadora elegida por la circunscripción electoral de las mulas
Serenísimos sustractores de cintas de extractos bancarios reveladoras y comprometedoras